El consumo de energía en el planeta se ha triplicado en los últimos 60 años y sigue aumentando. De ahí que las naciones, para poder garantizar su desarrollo, necesiten disponer de fuentes confiables de energía. Actualmente, cerca del 80 % de la energía que utilizamos proviene de las energías no renovables (Foster y Elzinga, s.f.).

Mundialmente, tanto la ONU como numerosos organismos internacionales, promueven la transición hacia las energías renovables. Sin embargo, los sistemas energéticos de la gran mayoría de países latinos dependen de las no renovables.

En este artículo, hablaremos sobre estas energías, su producción y utilización en Latinoamérica. Veremos, además, cuáles son los desafíos actuales para hacer más eficiente su uso y minimizar las emisiones de dióxido de carbono (CO2).

¿Cuáles son las fuentes de energías no renovables?

Existen cuatro tipos principales: el carbón, el gas natural, el petróleo y la energía nuclear. Las más empleadas son las tres primeras. En esencia, son energía solar contenida en la materia orgánica que quedó atrapada bajo la tierra hace millones de años. En esas condiciones, sometidas a grandes temperaturas y enormes presiones, se transformaron en lo que conocemos como hidrocarburos.

La energía nuclear es la menos usada de las cuatro, y a diferencia de las anteriores, su origen es inorgánico. Se obtiene a partir de los átomos de elementos radioactivos como el uranio. Sin embargo, como fuente de energía requiere de un alto nivel tecnológico.

Las energías no renovables en Latinoamérica

Al igual que en el resto del planeta, la fuente de energía primaria en Latinoamérica son los hidrocarburos. El gas y el petróleo cubren un 65 % de la demanda energética. El carbón, por su parte, junto a la madera y otros materiales vegetales, el 19 %. Las energías alternativas alcanzan un 15 % y la nuclear apenas el 1 % (Hernández, 2020). A continuación veremos brevemente la situación de las cuatro principales fuentes de energías no renovables en Latinoamérica.

El carbón

La producción y el consumo de carbón latinoamericano son de unos 9 millones de toneladas al año. Esta cantidad, según la ONU (2017), posiciona a la región en segundo lugar, después de África. Su uso varía según los países. En Brasil, por ejemplo, el 80 % del consumo se da en el sector metalúrgico.

En otros países de la región, se usa principalmente en el sector alimenticio y los hogares. Por otro lado, en Guatemala se emplea principalmente en la generación eléctrica. Alrededor del 35,3 % de la electricidad del país depende del carbón (Diario de Centro América, 2020).

El gas natural

El gas natural representa el 31 % del consumo energético de Latinoamérica. Es usado principalmente en la producción de energía eléctrica, en menor medida en la industria y el consumo doméstico. En Guatemala se descubrió, en 1985, en la región del Peten, el primer yacimiento de gas natural del país. Sin embargo, su explotación solo comenzó en el 2012 y se calcula que existen reservas para unos 20 años.

El petróleo

El petróleo satisface el 34 % de la demanda de energías no renovables de la región. No obstante, la capacidad local de refinación no cubre la demanda de combustibles para el transporte y la industria.

Actualmente, Guatemala es el principal productor de petróleo de Centroamérica, de allí se extrae el 29 % del crudo de la zona. Esta cifra lo ha situado como un país exportador de petróleo.

La energía nuclear

La energía nuclear juega un papel marginal en la satisfacción de las demandas energéticas de Latinoamérica. Aporta apenas el 2,2 % de la energía de la región y únicamente tres países la utilizan: Argentina, Brasil y México. Las centrales nucleares emplean el calor generado por un reactor para producir vapor de agua a altas presiones. Con este vapor ponen en movimiento las turbinas para la producción de electricidad.

Desafíos actuales para las energías no renovables

El principal desafío que enfrenta el uso de estas energías es mantenerse como una fuente confiable, con un mínimo impacto ambiental. Esto debido a que generan al menos dos tercios de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, con la tecnología adecuada se pueden minimizar y compensar estas emisiones.

El otro gran desafío es que las energías no renovables algún día se agotarán. En consecuencia, el reto en este sentido es utilizarlas con la mayor eficiencia energética posible, para así ahorrar y conservar la materia prima.

Nuevas tecnologías para su uso eficiente

Las energías no renovables seguirán presentes durante la transición energética hacia las energías renovables durante las próximas décadas. La razón es que, ante situaciones extremas producidas por el cambio climático, son una alternativa confiable para la generación de electricidad.

“Durante la sequía de 2014, las medidas para el abastecimiento de electricidad incluyeron, en el caso de Salvador y Costa Rica, el incremento en la generación con plantas térmicas” (Echeverría, 2016). Aunque Guatemala no fue afectada en dicha ocasión, los efectos de las alteraciones del clima en un futuro no deben ser ignorados.

De allí la importancia de promover la innovación tecnológica para las energías no renovables, orientada hacia la eficiencia energética. Esto reducirá los niveles de emisiones de CO2 y aumentará el ahorro de combustibles fósiles generando menos contaminación.

Un ejemplo notable del progreso en eficiencia energética es el rendimiento de los motores de los automóviles. Entre 2005 y 2020, aumentó en un 29 %, llegando a alcanzar los 25.7 Km por litro de combustible (U.S. Department of Energy, 2021).

Además del ahorro de combustibles, las tecnologías de secuestro o captura de carbono ayudarán a reducir la contaminación. Estas se encargan de separar el CO2 de otros gases producidos en las fábricas para almacenarlo en un lugar seguro (Green Facts, s.f.).

Otra alternativa consiste en fijar el CO2 en compuestos minerales que pueden ser utilizados para otros fines. Con esta tecnología, se pueden llegar a reducir las emisiones de dióxido de carbono hasta un 16 % del producido anualmente (Foster y Elzinga, s.f.).

Los desafíos en el uso de energías no renovables en Latinoamérica

Los principales desafíos para Latinoamérica están en incrementar la eficiencia energética (Urteaga y Hallack, 2021). Diferentes factores dificultan alcanzar este objetivo. Entre ellos está la presencia en los hogares de equipos eléctricos ineficientes.

Otro aspecto importante es la falta de un aislamiento térmico en las viviendas que lo requieren. Este aislamiento reduce notablemente el uso de la calefacción y del aire acondicionado, algo que no se suele considerar.

Otros factores están directamente relacionados con las políticas públicas y el financiamiento. Por un lado, está la falta de marcos institucionales que promuevan la eficiencia energética y la carencia de estadísticas e información al público. Por el otro, las limitaciones en el financiamiento de sustitución de equipos obsoletos tanto en los hogares como en las industrias (Urteaga y Hallack, 2021).

Como hemos visto, la dependencia y los retos ambientales del uso de energías no renovables estarán presentes en las próximas décadas. Aunque queda un largo camino por recorrer para América Latina, con la tecnología adecuada es posible reducir los niveles de CO2 y disminuir el consumo de hidrocarburos, trayendo beneficios para el medio ambiente y mejorando la calidad de vida.